jueves, 29 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad. Una cajita muy especial


En una tarde fría de diciembre, Valentina estaba sentada junto al fuego de la chimenea de su casa, acariciando a su perro.

Valentina era una niña de 10 años que vivía sola con su padre. Hacía años que quedó huérfana de madre.

Era una niña muy alegre, le gustaban los animales, especialmente los perros. No tenía muchos juguetes pero era muy feliz con su mascota y al lado de su padre.

Cada Nochebuena, su padre le hacía algún bonito regalo pero este año, Valentina quiso sorprender a su padre siendo ella quien le hiciera un regalo, pero no podía ser cualquier cosa, tenía que ser algo muy especial, tan especial que su padre no lo olvidase nunca.

Se le ocurrían muchas cosas, unos zapatos nuevos, algún jersey de lana, un gorro para el invierno, unos guantes… La cabeza de Valentina estaba llena de ideas pero, ninguna le parecía especial, además, todo era demasiado caro y, ellos eran muy pobres.

Esa noche, la niña se acostó pero no pudo dormir, solo pensaba y pensaba qué podría ser tan especial e inolvidable para regalar a su papá.
A la mañana siguiente, Valentina fue al colegio y, a su regreso, encontró una caja de zapatos tirada en la calle. Cuando la abrió, descubrió que estaba vacía, y decidió llevársela a su casa.

_ ¡Ya está! – Exclamó Valentina – ¡Ya sé qué le regalaré a mi padre!

         La niña tuvo una gran idea con esa caja de zapatos. Entonces, esperó a que su padre se fuera a trabajar para empezar.

         Valentina cogió un rollo de papel de regalo que había guardado y forró la caja de zapatos. Luego, le puso un lazo que encontró en un cajón.

_ Ha quedado preciosa – Pensó la niña – y dejó el regalo al lado de la chimenea con una nota que decía:


“Para ti papá, te quiero mucho”


         A la mañana siguiente, Valentina despertó muy feliz, estaba segura de que su regalo le habría encantado a su padre, pero cuál fue su sorpresa cuando descubrió que su padre estaba muy enfadado.

_ Valentina, ¿qué has hecho? Has gastado todo el papel de regalo que teníamos en una tontería. Esto es una caja vacía, no sirve para nada, ahora no tendremos papel de regalo y no puedo comprar más. –Dijo el padre.

_ Pero papá, no está vacía, la llené de besos para ti. – Dijo la niña entre lágrimas.

_ Aquí no hay nada, ¡Es una caja vacía! –Volvió a repetir el padre.

         Valentina se puso muy triste y se fue llorando a su habitación.    

 Pasaron dos días, y la niña se puso muy enferma. Su padre la llevó al hospital más cercano. Los médicos le dijeron que Valentina tenía una enfermedad, y no sabían si podrían curarla.

         El padre de Valentina de pronto recordó el regalo que le había hecho su hija, y se arrepintió de haberle regañado por gastar el papel de regalo.

          Esa noche, el padre no pudo dormir, estuvo solo en su casa toda la noche, al lado del árbol de Navidad y con la cajita de regalo abierta, pensando en todos los besos que su hija había puesto ahí para él. No podía parar de llorar.

         Al día siguiente ya era Nochebuena, y el padre de Valentina fue al hospital para ver a su hija, llevando consigo la cajita de regalo. Al llegar, abrió la puerta de la habitación donde se encontraba la niña, y las lágrimas invadieron aún más sus ojos cuando la encontró despierta y totalmente recuperada.

         El hombre le dijo a su hija que la quería, y que ese regalo había sido el más bonito que le habían hecho en su vida. Valentina sonrió y lo abrazó. Para ella, las palabras de su padre eran su mejor regalo de Navidad.